Desangrando en mi ballena blanca
– Publicada el 4 de septiembre de 2011-
Desolación, desconcierto, confusión. Soy Ahab. Fue ella quien aplastó mi corazón y de esa forma perdí mi alma. Mientras trazo estas palabras en un papel, como un náufrago que escribe una nota de rescate, por mi mente pasa esa, mi gran obsesión.
Un amor que no fue, una vida que se desperdicia, un futuro que no existe ni existirá a menos que mi arpón esté saciado. Vida, muerte y amor. Amor por la vida, deseo por la muerte, nada importa ni nadie más. Toda historia necesita un final.
Soy Ahab, conduzco mi propio barco, mi propia ruina. A veces soy consciente de mi tormento y aunque sé que es muy fácil liberarme, prefiero morir de esta manera. Cosas que podrían ser y no son-y al parecer no serán-. Pero son mis sueños y no este mundo tangible los que permiten que exista.
Amor que se convierte en odio, el odio que genera esta violencia y entonces la muerte es sólo un descanso. Yo no pretendo esconderme detrás de estas palabras escritas. Cuando no la veo la recuerdo. Y cuando no la recuerdo, simplemente emerge sin causa alguna, sin que la espere. Parece que voy a estar satisfecho, siempre es así. Una vez más, una vez más, otro intento, otro nuevo coqueteo con la muerte, otra vez algo que me da una razón para vivir de nuevo. Ante mí, las luces de San Telmo me dicen que hacer y cómo, son mi señal. Te busco.
Dolor, pérdida de sentido, lucha contra lo imposible, reacción, más dolor, frustración. Todo a mi alrededor, muerte. Me ahogo, mis venas como cabos tensos están por explotar. Nadie va a salvarme, tampoco aceptaría ninguna ayuda. ¿Qué sentido tendría? Soy Ahab.